viernes

Gregorio Natchman

Gregorio Nachman fue un hombre que, desde su lugar, que era el de la cultura y especialmente el teatro en la ciudad de Mar del Plata, realizaba su aporte para intentar cambiar las condiciones de la sociedad en la que le tocaba vivir. Lo que hacía era justamente llevar el arte a los lugares adonde a veces no llega. Un arte que invitaba a la reflexión y a la acción. Ese compromiso social y político, en la época en que le tocó vivir era considerado subversivo por parte de los genocidas que usurparon el poder hace treinta años y por eso se lo llevaron, un 18 de junio de 1976. Eduardo Nachman, recuerda que su padre “era un tipo muy gracioso y muy humorista, buscando en el humor no la agresión ni la victimización del otro, sino que el asunto era más payasesco. Le gustaba jugar al truco y a la escoba de quince a menos que tiene su arte y que está bueno. Era un tipo al que le gustaba el deporte. Como hincha de Argentinos Juniors -aunque no pudo saborear muchas victorias-, me hizo ver y valorizar el buen fútbol. Quizá yo me hice de River viendo el buen fútbol que él me decía que tenía que ver. También le gustaba jugar al voley, a pesar de su baja estatura”.

Desde el teatro fue que Nachman asumió su compromiso político. Pero tenía una versatilidad para actuar en distintas actividades culturales. Su hijo evoca a “un director con una polenta impresionante para generar obras de teatro, teniendo o no una sala a disposición, promoviendo actividades culturales no solamente desde el teatro sino también desde la música. Fue quien les dio el escenario a Pedro y Pablo y a Sui Generis y se encargó de organizar la movida cuando iban quince o veinte personas a ver a Pappo o a Aquelarre en el teatro Olimpia de la calle Rivadavia 2380, que fue él último lugar en donde estuvo, en donde generó incluso dos salas. Ahí funcionó el primer Café Concert para chicos, que se llamaba el Chupetín Concert. Era un tipo que generaba permanentemente acciones culturales, aunque fueran más allá del teatro.

Cuando lo secuestraron, justo un día antes del día del padre de 1976 era un sábado. Gregorio Nachman había salido a comprar las cosas para hacer un asado para compartir con su familia al día siguiente. De los asesinos, Eduardo Nachman sabe que “fueron los responsables militares de acá, sabemos de Barda y compañía. Pero por el operativo que se llevó a cabo de fuerzas conjuntas, no se puede hablar de un responsable directo con nombre y apellido. Si me acuerdo de un vecino de Colón y San Juan que vio el operativo e individualizó, en el coche Peugeot 504 en el que se llevaban a mi viejo, a Walter Mercado que fue conocido como pianista acá en Mar del Plata. También se supone que mi padre fue visto en el Pozo de Banfield o en el Protobanco – en el Gran Buenos Aires, frente a El Vesubio, pero no tenemos certezas de esos testimonios porque no provienen directamente de los sobrevivientes.

De Gregorio Nachman queda el recuerdo y la importancia de un hombre que, como recuerda su hijo Eduardo, “si bien no tenía una militancia orgánica, estaba muy comprometido con muchos sectores. Podía darle el micrófono al Padre Mujica o proyectar la película de Pino Solanas La hora de los Hornos; como también salir de garante de muchos militantes de los ´70 porque trabajaba en una inmobiliaria o darle un espacio en el escenario a Luis Conti -actor, ligado al PRT-ERP-, también desaparecido con él, el 19 de junio de 1976. Esa era su militancia. Me acuerdo de aquel “marplatazo” del 19 de junio de 1971, cruzando su vieja Estanciera en el medio de la calle, simulando que estaba descompuesta, como para que no pase la milicada, obstaculizando el paso y simulando choques con el viejo Citroen de Alberto Bruzzone. Esa era su manera creativa, su militancia inorgánica desde lo partidario pero orgánica desde los movimientos sociales. Fue uno de los promotores de usar de escenario un tablado sobre la base del acoplado de un camión; o un primero de mayo de 1972 durante la dictadura de Lanusse, entre las parrillas de Parque Camet, hacer una obra de teatro de fuerte contenido político. Le gustaba llevar el teatro a las villas, a los barrios. Estaba convencido de que el teatro no podía ser un ámbito de élite. El abría el teatro a todos los querían entrar y si la gente no iba al teatro, el teatro iba a la gente”.


Encuentre este articulo y muchos otros temas, en la entrega Nº1 de nuestra revista, Madres, la voz de los pañuelos MdP.

No hay comentarios:

Publicar un comentario